En ruinas el memorial para víctimas por la violencia

Aquí, en el memorial a las víctimas por la violencia en México, no hay flores ni rezos. Huele a soledad y a excremento de perro… Uno, regordete, olfatea una de las placas de acero que se encuentran en el predio solitario ubicado en Paseo de la Reforma, cerca del Campo Marte.

A la distancia, un visitante husmea de placa en placa, de nombre en nombre; bueno, lo que se alcanza a percibir, pues las listas, en calcomanías, son casi ilegibles.

“Me llamó la atención lo que había en este lugar, es como un cementerio viejo, al que nadie visita, pero que está ahí”, justifica su curiosidad.

“Aquí está Juan Hernández Leopoldo, víctima de fuego cruzado en Chihuahua”, le dice al reportero.

“No lo conocí. Pero sé que murió injustamente”, agrega.

En unos minutos, ya sólo quedará el perro y el reportero, pues el curioso se marchó.

Pasó el tiempo y caminamos por el lugar donado por la Secretaría de la Defensa Nacional y en el que el Gobierno del panista Felipe Calderón invirtió 30 millones de pesos.

Encontramos bloques de hierro, todos oxidados, vandalizados y olvidados.

Las calcomanías, donde se escribieron los nombres de las víctimas durante el sexenio de Calderón, ya están desprendidas; no se pueden leer.

El proyecto tenía como objetivo recordar a aquellas personas que fallecieron a causa de algún acto de violencia; sin embargo, no ha recibido mantenimiento durante años.

En un recorrido realizado por Crónica se pudieron observar grafitis y pintas en las placas; en la mayoría no se entienden las frases.

Hay otros que apenas y se alcanzan a ver: “¿Quién es la víctima”?

Dichas placas fueron colocadas en 2013; tenían calcomanías con los nombres de personas y el delito o causa de su fallecimiento.

Ahora ya no se pueden leer, ya que fueron arrancadas en partes o en su totalidad.

Muchas de las placas contaban con fuentes en su parte inferior… ya no tienen agua, se secaron, están llenas de hojas de árbol y basura.

Otras placas fueron vandalizadas con un cúter o navaja.

“Cuando fue inaugurada, el atractivo eran las placas y su aspecto de color negro; en las noches se encendían unas luces en la parte de abajo, y eso daba material para buenas fotos”, comenta Fernanda Juárez, quien practica la fotografía como pasatiempo.

“Pero nunca se le dio un sentido propio a lo que debía hacer”, agrega.

La mujer explica que la gente no lo visitaba; “ni por cita obligada al pasar por la ciudad, como lo es el museo Rufino Tamayo o el mismo Bosque de Chapultepec”.

Fernanda, quien también reside cerca de la zona, dice que ya desde unos meses atrás no se encendían esas luces que coloreaban el memorial, y con menos razón se pasa por ahí, “ni siquiera existe un camino real para llegar al memorial, no hay un señalamiento, un cartel, algo que te indique que está ahí”.

POLÉMICA. El memorial fue una propuesta del Movimiento por la Paz, Justicia y Dignidad (MPJD). Se lo planteó al Gobierno de Felipe Calderón en 2011.

El objetivo, según la organización civil, era recordar a aquellas personas asesinadas por la famosa guerra contra el narcotráfico.

En los carteles aparecen los nombres de niños, niñas, mujeres, hombres y periodistas.

La obra fue realizada por un despacho de arquitectos llamado Gaceta ­Springall, que fue respaldado por tres organizaciones civiles: México SOS, de Alejandro Martí; Alto al Secuestro, de Isabel Miranda de Wallace, y Fundación Camino a Casa, de Patricia Prado.

La obra costó 30 millones de pesos y al ser inaugurada fue bastante criticada por organizaciones y personajes como Javier Sicilia, pues la consideró como “una falta de respecto a las víctimas”.

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